miércoles, 26 de marzo de 2008

La Séptima Víctima: La Solución a la Violencia en el Mundo

Ahora que vivimos en un mundo bastante convulsionado por la violencia, luego de ver las noticias en el noticiero, plagadas de asesinatos, muerte y terrorismo, no pude evitar acordarme del estupendo aunque polémico cuento La Séptima Víctima de Robert Sheckley, en el que se pinta una distopía futurista (Aunque no estoy muy seguro de llamarla en este caso de esa manera) en la que se ha logrado canalizar los impulsos violentos y destructivos de la humanidad a través de la institucionalización del asesinato.

Como fue posible la implementación de semejante plan?, a continuación hago un resumen de los detalles que nos da Sheckley en su cuento:

“La Oficina de Catarsis Personal había nacido al término de la Cuarta Guerra Mundial... o de la Sexta, según la cuenta de un cierto número de historiadores.
Por aquella época, se hacía sentir imperiosamente la necesidad de una paz duradera, de una paz permanente. Por una razón práctica. Una razón muy sencilla: el mundo estaba al borde de la aniquilación.
En el transcurso de las guerras anteriores, la amplitud, la eficacia y la potencia destructiva de las armas empleadas habían ido en aumento. Los soldados, que se habían acostumbrado a ellas, vacilaban cada vez menos en utilizarlas.
Un nuevo conflicto bélico pondría definitivamente fin a todas las guerras, y esta vez de una forma absoluta: no quedaría nadie para poder iniciar la siguiente.
Era preciso pues que aquella paz fuera una paz eterna. Pero los hombres que la organizaron no eran soñadores. Eran conscientes de que siempre existen tensiones, desequilibrios, que son el caldero donde bullen las guerras futuras.
Por eso aquellos que establecieron la paz se vieron obligados, muy a pesar suyo, a tener en cuenta el postulado según el cual una fracción importante de la humanidad es movida por la violencia.
Con los conocimientos científicos y los medios de que disponían en aquellos momentos, los hombres con mentalidad práctica hubieran podido eliminar esta característica de la raza humana. De hecho, ahí es donde muchos pensaban que residía la solución.
Pero los hombres con mentalidad práctica no eran de esta opinión. Consideraban que la competencia, el amor a la lucha, el valor frente al adversario, eran valores positivos. Creían incluso que representaban virtudes admirables y la garantía de la perpetuación de la especie. Sin ellos, la raza terminaría fatalmente degenerando.
Los datos del problema, pues, eran los siguientes:
a) Organizar la paz, una paz que les sobreviviera, y
b) Impedir a la raza humana que se destruyera a sí misma, sin amputar por ello las características que hacían de los hombres unos seres responsables.
Para ello, se decidió que era necesario canalizar la violencia, proporcionarle una válvula de escape, una posibilidad de exteriorizarse.
El primer paso fue la autorización legal de los combates de gladiadores, combates reales, donde la sangre era derramada. Pero aún era insuficiente. La sublimación es válida sólo hasta cierto punto. La gente quería otra cosa más que derivativos. No existe ningún derivativo para el homicidio.
Así pues, el homicidio fue institucionalizado, sobre una base estrictamente individual, y únicamente para aquellos que realmente desearan matar. Los gobiernos fueron invitados a crear sus respectivas Oficinas de Catarsis Pasional.
Tras un período de ensayo, se instauró una reglamentación única:
Cualquier ciudadano deseoso de cometer un homicidio tenía la posibilidad de inscribirse en su O.C.P. Tras aceptar y firmar un dossier que comportaba un cierto número de advertencias y compromisos, se le garantizaba una Víctima.
La persona que presentaba legalmente una solicitud de asesinato debía a su vez aceptar el papel de Víctima unos meses más tarde... si sobrevivía.
Este era el principio fundamental. Un individuo dado podía cometer tantos homicidios como quisiera, pero, entre cada uno de sus homicidios, era designado a su vez obligatoriamente como Víctima. Si la Víctima conseguía matar a su Cazador, podía o retirarse de la competición, o proponer su candidatura para un nuevo homicidio. Diez homicidios superados con éxito le abrían al individuo las puertas del muy exclusivo Club de los Diez.
Al cabo de diez años, se calculó que un tercio de la población civilizada del mundo había solicitado cometer al menos un homicidio. Más tarde, la proporción se estabilizó en un veinticinco por ciento. La guerra había dejado de ser un problema colectivo: ahora era un asunto individual, tal como convenía.
Lo más admirable de aquel sistema era que la gente que sentía deseos de matar podía hacerlo, y aquellos que no sentían el menor deseo - de hecho representaban la mayor parte de la población - no se veían obligados a convertirse en homicidas. Por fin ya no había ninguna guerra, ni siquiera la amenaza de una guerra. Tan sólo pequeñas, muy pequeñas guerras... centenares de miles de guerras individuales.”

Huelga decir que las bases argumentales de Sheckley me asombraron mucho al ser bastante detalladas, ingeniosas y polémicas, pero no se puede negar que los principios de algunas de sus afirmaciones se apegan bastante a la realidad sobre todo si recordamos que muchos de los avances de la humanidad se deben a invenciones desarrolladas con fines bélicos durante la guerra, si no por ejemplo investiguen sobre los inicios del Internet.

Asi pues es en este contexto que el cuento nos presenta a Stanton Frelaine, un curtido cazador, frío y habilidoso con las armas, pero un poco lento para adaptarse a situaciones que se salgan de su esquema, el cual es copropietario de la empresa “Morger & Frelaine Confecciones”, dedicada a la confección de ropa para la cacería, cuya dirección comparte con E. J. Morguer, un veterano retirado que tiene el honor de pertenecer al “Club de los Diez”.

La empresa “Morger & Frelaine Confecciones” es ilustrativa del nuevo paradigma de negocios que rige este peculiar futuro, razón por la cual consigno un parrafo publicitario acerca del último producto lanzado por la empresa:

“¿Tiene usted un Traje Protector? El Traje Protector Morger y Frelaine, de corte insuperable en el mundo entero, es el atuendo del hombre elegante. Es a la vez el traje más seguro y más chic. Se presenta con un bolsillo para revólver especial extraplano. Ningún bulto aparente. Sólo usted sabrá que va armado. El bolsillo para revólver, fácilmente accesible, le permitirá aventajar fácilmente a su contrincante sin la menor incomodidad. El Traje Protector Especial posee un bolsillo para revólver eyector, la última palabra en defensa individual. Una simple presión sobre un botón disimulado, y el arma salta a la mano de su propietario, con el seguro fuera, lista para hacer fuego. ¿Qué espera usted para informarse en nuestro concesionario más próximo? ¿Qué espera usted para afianzar su propia seguridad?.”

Es así que que el cuento desarrolla la preparación y avatares de Frelaine como cazador en su séptima cacería, logrará salir airoso de esta?.

Como mencione anteriormente este futuro plantea nuevos e interesantes paradigmas planteados por el autor a medida que evoluciona la novela y quisiera indicar que el que más me gustó fue la referencia al material de lectura que utiliza Frelaine antes de su cacería, a continuación consigno el curioso parrafo que da cuenta de las opciones que baraja Frelaine para escoger su libro de cabecera:

“Cuando estuvo listo, Frelaine examinó su biblioteca para elegir los libros que se llevaría consigo. Poseía todas las mejores obras que trataban del tema. No iba a necesitar aquellas destinadas a las Víctimas, como La táctica de la Víctima de Fred Tracy, que insistía en la necesidad de un medio ambiente rigurosamente controlado, o ¡No piense usted como Víctima!, del doctor Frish. Aquellos manuales le interesarían dentro de unos meses, cuando le llegara su turno de ser, una vez más, la presa. Por ahora necesitaba libros de Cazador.
La obra clásica y definitiva era Estrategia de la Caza del Hombre, pero se la sabía ya casi de memoria. El Acecho y la Emboscada no era muy adecuado para las actuales circunstancias.
Escogió La Caza en las grandes ciudades de Mitwell y Clark, Rastrear al Rastreador de Algreen, y La Táctica de Grupo de la Víctima del mismo autor.”

Llegará el día en que Sheckley sea considerado un visionario?, o la humanidad encontrará otros caminos alternativos para dejar de avanzar a trompicones?, creo que solo el tiempo lo dirá, mientras tanto no me queda más que desearle suerte a Frelaine en su septima cacería a 4 víctimas de distancia del ansiado “Club de los Diez”.

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