Es víspera de Halloween y reviso mi estante de videos de terror pues tengo como cábala por estas fechas ver durante el día una de mis películas favoritas del género, mi vista se pasea entretenida por títulos y portadas de clásicos de culto, cuando inexorablemente me veo atraído por una portada en la que se ve una inquietante sombra acechando desde un balcón: Los Sueños, Las Pesadillas, Los Deseos, Los Miedos, El Misterio, La Revelación, LA ADVERTENCIA, reza un texto a manera de estrofa sobre un título que trae a mi memoria agradables recuerdos y escalofríos de antaño: El Incubo.
Inmediatamente mi mente se vio transportada otra vez a los 80s, época de mi temprana adolescencia, abriéndose paso en mi memoria el recuerdo de tres títulos míticos que suscitaron en aquella época una extraña mezcla de terror combinado con escalofríos de incipiente excitación erótica, estoy hablando de El Incubo (The Incubus), Superstición Diabólica aka La Bruja (The Witch) y El Ente (The Entity).
Desde muy joven me he considerado curtido en películas de horror, de hecho me he divertido presenciando películas acompañado de chicas que no podían soportarlas, ya sea porque les resultaba torturante la sinuosa tensión emocional a la que las sometía la experiencia, o porque se sentían descompuestas por la violencia, sangre y vísceras mostradas en pantalla, sin embargo para mi siempre ha sido un placer adicional a la película poder deleitar mis oídos con los genuinos y excitantes alaridos de sorpresa de mis acompañantes, donde algunas de ellas no tendrían nada que envidiarle a las mas reputadas Scream Queens del genero, mejor aún cuando ellas se asombraban de lo impávido de mi semblante en el cual solo resaltaba un ligero rictus de satisfacción y complacencia en mis labios.
Sin embargo debo reconocer que ha habido unas cuantas películas que han podido penetrar mi encallecida coraza y desatar incómodos escalofríos en mi espina dorsal, curiosamente han sido aquellas que han tratado de manera efectiva los temas de apariciones de ultratumba, posesión demoníaca, brujería y satanismo (muchas veces cargado de un fuerte componente erótico que hacía que el escalofrío a veces tomase otros derroteros), pues al parecer de alguna manera despiertan miedos atávicos en mi subconsciente.
Pero hablemos de la estupenda película El Incubo: un brutal crimen estremece al pequeño y pacífico pueblito de Galem (Salem?), donde una joven pareja que tonteaba cortejándose sexualmente en un retirado balneario del pueblo, es asaltada por un depredador sexual que asesina al chico destrozándole el cráneo con un tablón y dejando a la chica al borde de la muerte tras una salvaje violación.
El crimen es rápidamente catalogado por la policía local como acto de algún desalmado Night Stalker, sin embargo el médico cirujano que atiende a la victima (interpretado magistralmente por el genial John Cassavetes asiduo ya a estos temas luego del Bebe de Rossmary) queda tremendamente impresionado al constatar el daño genital interno que había recibido la desafortunada victima: tenía la vagina desgarrada y el útero lacerado con heridas de tal magnitud que le habían producido un sangrado masivo que había requerido de múltiples operaciones y transfusiones sanguíneas para salvarle la vida.
El caso queda abierto y los días prosiguen tensos hasta que una nueva víctima aparece, una joven bibliotecaria es salvajemente violada de la misma manera, solo que esta vez la desafortunada (o afortunada) victima no logra sobrevivir, sin embargo en esta ocasión el médico encuentra en el interior de la vagina de la mujer una cantidad de semen equivalente a la eyaculación de 15 hombres, así como algunas marcas de garras en el cuerpo, lo cual hace que afiebradas teorías empiecen a aflorar en la mente del suspicaz galeno, sin embargo para la policía es claro que los crímenes son obra de una pandilla juvenil que somete a sus jóvenes y bellas victimas a salvajes violaciones múltiples en un sanguinario y mortal Gang Bang.
Luego del tercer crimen, en el cual la familia del forense del pueblo es salvajemente asesinada, donde una de las víctimas es una joven discapacitada en silla de ruedas, el médico somete a rigurosos exámenes el semen encontrado en el interior del cuerpo de otra de las victimas, lo cual lo lleva a un hallazgo mas desconcertante y estremecedor: el esperma, o aquello que se le parecía, tenía una marcada tonalidad rojiza a nivel celular.
El cuarto crimen no se hace esperar, de hecho debo decir que es el que quedó grabado con fuego en mi mente adolescente cuando pude apreciar por primera vez la película allá a finales de los 80s, pues sucede durante un espectáculo de opera Heavy Metal protagonizado por un joven Bruce Dickinson, en el cual una hermosa joven es bestialmente atacada cuando acude al baño en medio de la función; el salvajismo y descomunal fuerza física con la cual el criminal destroza la puerta del cubículo del baño, así como los desgarradores gritos y el crispado rostro contraído por el dolor de la mujer durante la violación son algo realmente sobrecogedor e impactante.
Luego de esto el terror se desata abiertamente como fuego en la pradera en el pueblo y las autoridades locales entran en pánico al sentir que las investigaciones infructuosamente no llevan hacia ningún culpable.
Paralelamente a estos sucesos somos testigos de los avatares de otros personajes claves en la historia, por ejemplo el médico, quien es foráneo en el pueblo y vive con su bella hija adolescente en una relación con atisbos de incesto, es muy sugerente la escena donde el galeno llega tarde a casa y se queda fascinado contemplando el bello cuerpo de su hija a quien sorprende con la puerta abierta secándose desnuda luego de una refrescante ducha, indudablemente esta es materia de lo que se alimentan los mas conspicuos demonios.
También tenemos como parte de la historia a un temeroso policía que oculta un lúgubre secreto del pasado, a una periodista obsesionada en sacar todo a la luz, a una anciana que oculta en su ático un misterioso libro con el título de “Artes Peditae”, sin embargo la clave del misterio parece estar en un joven que vive atormentado por horrendas pesadillas que extrañamente se suceden cada vez que acontecen los crímenes, pesadillas en la cuales el chico contempla una cámara de tortura medieval, donde un grupo de severos monjes encapuchados interroga y tortura a una mujer en el potro, el sueño termina abruptamente siempre cuando la mujer sonrie maliciosamente al escuchar fuertes golpes sobre la puerta metálica del recinto.
Están los sueños del atormentado muchacho relacionados con los crímenes?, cuales son los oscuros secretos y deleznable pasado que oculta el pueblo de Galem?, sería un crimen revelar el final de la película, pero puedo asegurarles que el espectacular y chocante climax los dejará con la boca abierta.
Como corolario final debo resaltar la morbosa imaginación de las instituciones religiosas medievales, las cuales utilizaron la figura del incubo con la finalidad de reprimir la sexualidad femenina de la época, materializándola como una entidad demoníaca asidua al trato carnal con aquellas jovencitas que lo atraían con su pecaminosa lujuria, aunque también en ocasiones se decía que buscaban corromper la virtud de las mas acérrimas devotas.
En este sentido el Malleus Malleficarum o Martillo de Brujas se extiende de manera bastante interesante sobre el tema:
El Beato Isidoro, en el último capítulo de su octavo libro, dice: los sátiros son aquellos que se denominan Pan en griego e íncubos en latín. Y se los denomina íncubos por su práctica de superposición, es decir, de orgía. Pues a menudo ansían rijosamente a las mujeres, y copulan con ellas; y los galos los llaman dusios, porque ser diligentes en esa animalidad. Pero el demonio que la gente común llama íncubo, es denominado fauno de los higos por los romanos; a lo cual Horacio dijo: "Oh, fauno, amor de las ninfas que huyen, que recorre con dulzura, mis tierras y mis sonrientes campos".
Pero el motivo de que los demonios se conviertan en íncubos o súcubos no es con vistas al placer, ya que un espíritu no tiene carne ni sangre; sino que ante todo es con la intención de que por medio del vicio de la lujuria puedan provocar un doble daño contra los hombres, es decir, en el cuerpo y en el alma, de modo que los hombres puedan entregarse más a todos los vicios. Y no cabe duda de que saben bajo qué astros es más vigoroso el semen, y que los hambres así concebidos estarán siempre pervertidos por la brujería.
Increíblemente en nuestro país, en la Lima del siglo XVII para ser mas precisos, esta documentado un increíble suceso que relata el denodado combate que las piadosas monjas de un convento limeño libraron contra un incubo, episodio en el cual algunas de ellas cayeron victimas del execrable Coitus Diabolicus lo cual les permitió describir a los inquisidores con sus propias palabras las características de su formidable antagonista, donde relataron visiblemente traumatizadas que "el visitante del averno que las poseyó esa noche tenia una grande verga, fría como la nieve y negra como la pez, y que realmente era cosa muy rara y digna de verse".
Es especialmente célebre el caso de la monja Ubitarte: en 1629 la madre Inés de Ubitarte, monja de clausura del convento de La Encarnación de Lima, se presentó ante los comisarios del Santo Oficio para acusarse de apostasía, pacto explícito con el demonio y comercio carnal con los íncubos del infierno.
La denuncia provocó la alarma en la ciudad, pues ya que el diablo era incorpóreo, como afirmaba San Agustín, era evidente que Lucifer había desenterrado un cadáver del atrio de la Iglesia Mayor, para así realizar el coitus diabolicus con sus víctimas.
Girolamo Menghi señalaba en su Flagellum Demonum: Exorcismorum Terribiles, que tales cuerpos eran mezclados con barro y ceniza, y Santo Tomás aseguraba en De Trinitate, que más tarde eran dotados de semen que el mismo diablo extraía de los sueños deshonestos de algunos cristianos que pecaban mortalmente con sus pollutio nocturna.
Los inquisidores ordenaron a la población recluirse en sus casas, y publicaron un bando por el que quedaba prohibido soñar hasta que el íncubo fuera destruido.
Se cuenta que la monja Ubitarte era célebre por su ciencia infusa y famosa como "castigadora de demonios", mas la derrota sufrida con el íncubo le deparó el ingreso en los calabozos de la Inquisición, donde contó el inefable episodio ocurrido en el interior de los mancillados claustros:
... que avía cuatro años se avía desengañado por avérsele aparecido visiblemente el demonio en figura de hombre, una noche estando en su celda acostada. Y le avía dicho que se holgasse, pues por medio de los embustes que le avía ayudado a haçer era tenida comúnmente por santa. Y que se diese a los gustos del mundo y no hiciesse penitencia ni se matasse, porque a la hora de la muerte le daría una gran contrición, conque moriría santa y la celebrarían con fiestas y regocijos. Y que diciéndole las dichas cosas y muchos requiebros de "mi alma", "mi vida" y otros, sintió que se le había echado encima y conocido carnalmente, sintiendo que le entraba su miembro en su natura como hombre a muger. Y que aunque al principio la rea se avía turbado, después encendida en un fuego grande de sensualidad le avía admitido y correspondido con otros tantos requiebros como el demonio le decía, y que le avía besado en sus partes y que en aquel deleyte avía tenido effusión de semen...
Inmediatamente mi mente se vio transportada otra vez a los 80s, época de mi temprana adolescencia, abriéndose paso en mi memoria el recuerdo de tres títulos míticos que suscitaron en aquella época una extraña mezcla de terror combinado con escalofríos de incipiente excitación erótica, estoy hablando de El Incubo (The Incubus), Superstición Diabólica aka La Bruja (The Witch) y El Ente (The Entity).
Desde muy joven me he considerado curtido en películas de horror, de hecho me he divertido presenciando películas acompañado de chicas que no podían soportarlas, ya sea porque les resultaba torturante la sinuosa tensión emocional a la que las sometía la experiencia, o porque se sentían descompuestas por la violencia, sangre y vísceras mostradas en pantalla, sin embargo para mi siempre ha sido un placer adicional a la película poder deleitar mis oídos con los genuinos y excitantes alaridos de sorpresa de mis acompañantes, donde algunas de ellas no tendrían nada que envidiarle a las mas reputadas Scream Queens del genero, mejor aún cuando ellas se asombraban de lo impávido de mi semblante en el cual solo resaltaba un ligero rictus de satisfacción y complacencia en mis labios.
Sin embargo debo reconocer que ha habido unas cuantas películas que han podido penetrar mi encallecida coraza y desatar incómodos escalofríos en mi espina dorsal, curiosamente han sido aquellas que han tratado de manera efectiva los temas de apariciones de ultratumba, posesión demoníaca, brujería y satanismo (muchas veces cargado de un fuerte componente erótico que hacía que el escalofrío a veces tomase otros derroteros), pues al parecer de alguna manera despiertan miedos atávicos en mi subconsciente.
Pero hablemos de la estupenda película El Incubo: un brutal crimen estremece al pequeño y pacífico pueblito de Galem (Salem?), donde una joven pareja que tonteaba cortejándose sexualmente en un retirado balneario del pueblo, es asaltada por un depredador sexual que asesina al chico destrozándole el cráneo con un tablón y dejando a la chica al borde de la muerte tras una salvaje violación.
El crimen es rápidamente catalogado por la policía local como acto de algún desalmado Night Stalker, sin embargo el médico cirujano que atiende a la victima (interpretado magistralmente por el genial John Cassavetes asiduo ya a estos temas luego del Bebe de Rossmary) queda tremendamente impresionado al constatar el daño genital interno que había recibido la desafortunada victima: tenía la vagina desgarrada y el útero lacerado con heridas de tal magnitud que le habían producido un sangrado masivo que había requerido de múltiples operaciones y transfusiones sanguíneas para salvarle la vida.
El caso queda abierto y los días prosiguen tensos hasta que una nueva víctima aparece, una joven bibliotecaria es salvajemente violada de la misma manera, solo que esta vez la desafortunada (o afortunada) victima no logra sobrevivir, sin embargo en esta ocasión el médico encuentra en el interior de la vagina de la mujer una cantidad de semen equivalente a la eyaculación de 15 hombres, así como algunas marcas de garras en el cuerpo, lo cual hace que afiebradas teorías empiecen a aflorar en la mente del suspicaz galeno, sin embargo para la policía es claro que los crímenes son obra de una pandilla juvenil que somete a sus jóvenes y bellas victimas a salvajes violaciones múltiples en un sanguinario y mortal Gang Bang.
Luego del tercer crimen, en el cual la familia del forense del pueblo es salvajemente asesinada, donde una de las víctimas es una joven discapacitada en silla de ruedas, el médico somete a rigurosos exámenes el semen encontrado en el interior del cuerpo de otra de las victimas, lo cual lo lleva a un hallazgo mas desconcertante y estremecedor: el esperma, o aquello que se le parecía, tenía una marcada tonalidad rojiza a nivel celular.
El cuarto crimen no se hace esperar, de hecho debo decir que es el que quedó grabado con fuego en mi mente adolescente cuando pude apreciar por primera vez la película allá a finales de los 80s, pues sucede durante un espectáculo de opera Heavy Metal protagonizado por un joven Bruce Dickinson, en el cual una hermosa joven es bestialmente atacada cuando acude al baño en medio de la función; el salvajismo y descomunal fuerza física con la cual el criminal destroza la puerta del cubículo del baño, así como los desgarradores gritos y el crispado rostro contraído por el dolor de la mujer durante la violación son algo realmente sobrecogedor e impactante.
Luego de esto el terror se desata abiertamente como fuego en la pradera en el pueblo y las autoridades locales entran en pánico al sentir que las investigaciones infructuosamente no llevan hacia ningún culpable.
Paralelamente a estos sucesos somos testigos de los avatares de otros personajes claves en la historia, por ejemplo el médico, quien es foráneo en el pueblo y vive con su bella hija adolescente en una relación con atisbos de incesto, es muy sugerente la escena donde el galeno llega tarde a casa y se queda fascinado contemplando el bello cuerpo de su hija a quien sorprende con la puerta abierta secándose desnuda luego de una refrescante ducha, indudablemente esta es materia de lo que se alimentan los mas conspicuos demonios.
También tenemos como parte de la historia a un temeroso policía que oculta un lúgubre secreto del pasado, a una periodista obsesionada en sacar todo a la luz, a una anciana que oculta en su ático un misterioso libro con el título de “Artes Peditae”, sin embargo la clave del misterio parece estar en un joven que vive atormentado por horrendas pesadillas que extrañamente se suceden cada vez que acontecen los crímenes, pesadillas en la cuales el chico contempla una cámara de tortura medieval, donde un grupo de severos monjes encapuchados interroga y tortura a una mujer en el potro, el sueño termina abruptamente siempre cuando la mujer sonrie maliciosamente al escuchar fuertes golpes sobre la puerta metálica del recinto.
Están los sueños del atormentado muchacho relacionados con los crímenes?, cuales son los oscuros secretos y deleznable pasado que oculta el pueblo de Galem?, sería un crimen revelar el final de la película, pero puedo asegurarles que el espectacular y chocante climax los dejará con la boca abierta.
Como corolario final debo resaltar la morbosa imaginación de las instituciones religiosas medievales, las cuales utilizaron la figura del incubo con la finalidad de reprimir la sexualidad femenina de la época, materializándola como una entidad demoníaca asidua al trato carnal con aquellas jovencitas que lo atraían con su pecaminosa lujuria, aunque también en ocasiones se decía que buscaban corromper la virtud de las mas acérrimas devotas.
En este sentido el Malleus Malleficarum o Martillo de Brujas se extiende de manera bastante interesante sobre el tema:
El Beato Isidoro, en el último capítulo de su octavo libro, dice: los sátiros son aquellos que se denominan Pan en griego e íncubos en latín. Y se los denomina íncubos por su práctica de superposición, es decir, de orgía. Pues a menudo ansían rijosamente a las mujeres, y copulan con ellas; y los galos los llaman dusios, porque ser diligentes en esa animalidad. Pero el demonio que la gente común llama íncubo, es denominado fauno de los higos por los romanos; a lo cual Horacio dijo: "Oh, fauno, amor de las ninfas que huyen, que recorre con dulzura, mis tierras y mis sonrientes campos".
Pero el motivo de que los demonios se conviertan en íncubos o súcubos no es con vistas al placer, ya que un espíritu no tiene carne ni sangre; sino que ante todo es con la intención de que por medio del vicio de la lujuria puedan provocar un doble daño contra los hombres, es decir, en el cuerpo y en el alma, de modo que los hombres puedan entregarse más a todos los vicios. Y no cabe duda de que saben bajo qué astros es más vigoroso el semen, y que los hambres así concebidos estarán siempre pervertidos por la brujería.
Increíblemente en nuestro país, en la Lima del siglo XVII para ser mas precisos, esta documentado un increíble suceso que relata el denodado combate que las piadosas monjas de un convento limeño libraron contra un incubo, episodio en el cual algunas de ellas cayeron victimas del execrable Coitus Diabolicus lo cual les permitió describir a los inquisidores con sus propias palabras las características de su formidable antagonista, donde relataron visiblemente traumatizadas que "el visitante del averno que las poseyó esa noche tenia una grande verga, fría como la nieve y negra como la pez, y que realmente era cosa muy rara y digna de verse".
Es especialmente célebre el caso de la monja Ubitarte: en 1629 la madre Inés de Ubitarte, monja de clausura del convento de La Encarnación de Lima, se presentó ante los comisarios del Santo Oficio para acusarse de apostasía, pacto explícito con el demonio y comercio carnal con los íncubos del infierno.
La denuncia provocó la alarma en la ciudad, pues ya que el diablo era incorpóreo, como afirmaba San Agustín, era evidente que Lucifer había desenterrado un cadáver del atrio de la Iglesia Mayor, para así realizar el coitus diabolicus con sus víctimas.
Girolamo Menghi señalaba en su Flagellum Demonum: Exorcismorum Terribiles, que tales cuerpos eran mezclados con barro y ceniza, y Santo Tomás aseguraba en De Trinitate, que más tarde eran dotados de semen que el mismo diablo extraía de los sueños deshonestos de algunos cristianos que pecaban mortalmente con sus pollutio nocturna.
Los inquisidores ordenaron a la población recluirse en sus casas, y publicaron un bando por el que quedaba prohibido soñar hasta que el íncubo fuera destruido.
Se cuenta que la monja Ubitarte era célebre por su ciencia infusa y famosa como "castigadora de demonios", mas la derrota sufrida con el íncubo le deparó el ingreso en los calabozos de la Inquisición, donde contó el inefable episodio ocurrido en el interior de los mancillados claustros:
... que avía cuatro años se avía desengañado por avérsele aparecido visiblemente el demonio en figura de hombre, una noche estando en su celda acostada. Y le avía dicho que se holgasse, pues por medio de los embustes que le avía ayudado a haçer era tenida comúnmente por santa. Y que se diese a los gustos del mundo y no hiciesse penitencia ni se matasse, porque a la hora de la muerte le daría una gran contrición, conque moriría santa y la celebrarían con fiestas y regocijos. Y que diciéndole las dichas cosas y muchos requiebros de "mi alma", "mi vida" y otros, sintió que se le había echado encima y conocido carnalmente, sintiendo que le entraba su miembro en su natura como hombre a muger. Y que aunque al principio la rea se avía turbado, después encendida en un fuego grande de sensualidad le avía admitido y correspondido con otros tantos requiebros como el demonio le decía, y que le avía besado en sus partes y que en aquel deleyte avía tenido effusión de semen...
1 comentario:
Espectacular entrada.
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