sábado, 15 de noviembre de 2008

El Malleus Malleficarum y Las Brujas Modernas

El otro día mientras escuchaba fragmentos de una pueril y estúpida conversación entre dos bellas compañeras de trabajo, no pude evitar soltar una sonora carcajada que las sobresalto momentáneamente, pues su conversación iba algo así por el estilo: “Y que vas a hacer el fin de semana brujis?, … ay no se bruja y tu? … bla bla bla bla” y es que coincidió con que justo estaba dándole una ojeada al temible “Malleus Malleficarum” (El Martillo de Brujas) elaborado por los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenguer, el cual se constituyó como el indispensable manual de la inquisición en su cruzada contra la brujería, por lo que curiosamente me vino a la mente la idea de que hace no muchas centurias, su anodina conversación, tal como consigna el libro, hubiera hecho a mis compañeras sospechosas de volar hacia diabólicos aquelarres montadas en escobas fálicas, de haber sido seducidas por incubos y amantes satánicos, de participar desnudas en danzas orgiásticas en algún calvero a la luz de la luna, de haberle dado un ceremonioso ósculo al diablo en el ano, de copular indistintamente con hombres, con otras mujeres, con parientes, con animales, con demonios y hasta con el mismo diablo, e incluso hasta haber dado a luz criaturas diabólicas, luego de esto hubieran sido azotadas, torturadas y obligadas a confesar sus tratos carnales antinaturales, para finalmente ser quemadas en la hoguera, tal como les sucedió según registros históricos a aproximadamente 100,000 mujeres en el medioevo.

Y es que en ese momento me encontraba entretenido leyendo divertida y desprejuiciadamente el capítulo del "Malleus Malleficarum" titulado “Acerca de brujas que copulan con demonios. El porque las mujeres son las principales adictas a las supersticiones malignas”, uno de los mas rabiosos capítulos del libro que intenta justificar la caza de brujas a través de innumerables citas que destilan una misoginia impresionante:

“Pues algunos hombres sabios proponen esta razón: que hay tres cosas en la naturaleza: la Lengua, un Eclesiástico y una Mujer, que no saben de moderación en la bondad o el vicio, y cuando superan los límites de su condición llegan a las más grandes alturas y a las simas más profundas de bondad y vicio. Cuando están gobernadas por un espíritu bueno, se exceden en virtudes; pero si éste es malo se dedican a los peores vicios.”

"No hay cabeza superior a la de una serpiente, y no hay ira superior a la de una mujer. Prefiero vivir con un león y un dragón que con una mujer malévola. Ninguna fuerza de las llamas o de los vientos henchidos, ninguna arma mortífera, debe temerse tanto como la lujuria y el odio de una mujer que ha sido divorciada del lecho matrimonial."

“San Juan Crisóstomo dice: ¡Qué otra cosa es una mujer, sino un enemigo de la amistad, un castigo inevitable, un mal necesario, una tentación natural, una calamidad deseable, un peligro doméstico, un deleitable detrimento, un mal de la naturaleza pintado con alegres colores! …”

“Otros han propuesto otras razones de que existan más mujeres supersticiosas que hombres. Y la primera es que son más crédulas; y como el principal objetivo del demonio es corromper la fe, prefiere atacarlas a ellas. La segunda razón es que, por naturaleza, las mujeres son más impresionables y más prontas a recibir la influencia de un espíritu desencarnado; y que cuando usan bien esta cualidad, son muy buenas; pero cuando la usan mal, son muy malas. La tercera razón es que tienen una lengua móvil, y son incapaces de ocultar a sus congéneres las cosas que conocen por malas artes y como son débiles encuentran una manera fácil y secreta de reivindicarse por medio de la brujería …”

“Pero la razón natural es que la mujer es más carnal que el hombre, como resulta claro de sus muchas abominaciones carnales. Y debe señalarse que hubo un defecto en la formación de la primera mujer, ya que fue formada de una costilla curva, es decir, la costilla del pecho, que se encuentra encorvada, por decirlo así, en dirección contraria a la de un hombre. Y como debido a este defecto es un animal imperfecto, siempre engaña …”

“Consideremos también en la mujer, su porte, postura y vestimenta, que son vanidad de vanidades. No hay hombre en el mundo que se esfuerce tanto por complacer al buen Dios, como una mujer común estudia sus vanidades para complacer a los hombres. Un ejemplo de ello se encuentra en la vida de Pelagia, una mujer mundana que solía pasearse por Antioquía ataviada y adornada en la forma más extravagante. Un santo padre, llamado Nonno, la vio y rompió a llorar pues dijo a sus compañeros que nunca en su vida había usado tanta diligencia para complacer a Dios como la que usaba Pelagia para complacer a los hombres …”

“Toda la brujería proviene del apetito carnal que en las mujeres es insaciable. Tres cosas hay que nunca se hartan, pero existe una cuarta que nunca dice basta: la matriz de una mujer, por lo cual, para satisfacer sus desmedidos apetitos, se unen inclusive a los demonios en execrables y abominables ayuntamientos carnales ...”.

A continuación, el mórbido pensamiento incitado por la reciente lectura se expandió al posar distraídamente mi mirada sobre los traseros voluptuosos y generosas carnes que exponían estas dos “brujas modernas”, y me vino a la memoria según había leído recientemente, el cargado componente sexual que tuvo la cacería de brujas en el medioevo a través de la experimentación sádica y abusos sexuales gratuitos sobre los cuerpos desnudos de las acusadas perpetrados principalmente por los “Witch Prickers”, curiosos personajes de la historia cuyo trabajo consistía en auscultar obsesiva y minuciosamente el cuerpo desnudo de las acusadas por brujería en busca de alguna señal o marca diabólica que revelara sus vínculos con el demonio, tarea que realizaban solicita y meticulosamente en presencia de numerosos curas, magistrados y funcionarios judiciales, como se pone de manifiesto en los siguientes pasajes:

“… y al momento y en presencia de todos, el rastreador la hizo echarse desnuda hasta la cintura, con las ropas por encima de la cabeza, por lo que el miedo y la vergüenza hicieron que toda la sangre se le agolpara en una parte del cuerpo, y entonces le clavo una aguja en el muslo, y luego súbitamente dejo que cayeran sus faldas y le pregunto si tenía algo de El en su cuerpo, pero ella aún no sangraba y estaba tan sorprendida que no replico, entonces metió la mano entre sus faldas y le saco la aguja sin una gota de sangre, su culpabilidad como hija de Satanás estaba demostrada …”

“ … cuando el alguacil de Salisbury desnudo a Eunice Cole para ser azotada por brujería, vio bajo uno de sus pechos una cosa hinchada, parecida a una teta, que colgaba hacía abajo, de aproximadamente dos centímetros de largo y no muy gruesa, y posteriormente cuando la examinaron mas a fondo rastreadores traídos para tal efecto, además encontraron una parte de su pierna de la que era probable que hubieran chupado los demonios familiares …”

“ … encontramos en sus partes pudendas, específicamente en la parte que nace entre los labios de las mismas, un trozo de piel colgando, que al estirarlo mide casi tres centímetros de largo y tiene la forma de un dedo de guante aplanado …”

Finalmente termine recordando el notable cuento de Manolo Marinero publicado en el número 31 de la Biblioteca Universal de Misterio y Terror de Ediciones UVE titulado “Lenta será la venganza”, el cual narra el proceso por brujería de la hermosa bruja Yrianna, y como es de suponer, no exento del consabido componente de sadismo erótico propio de las circunstancias:

“ … cercado de densa sombra, el cuadrilátero de luz difusa, oblicua y enrejada destacaba la blancura del cuerpo desnudo.
La habían despojado del tosco hábito de penitente. No podía gritar. Solo emitía roncos quejidos desesperados, inarticulados, que amortiguaba la mordaza. Ella sacudió rabiosamente los codos, la cintura y los muslos, intentando inútilmente zafarse.
No consiguió flexionar las rodillas, ni tirar atrás de sus brazos. Violentas convulsiones reflejas redoblaban la energía voluntaria de sus movimientos de resistencia y rebeldía.
Pero, sujetando firmemente la muñeca de la sospechosa sobre dos picos de la mesa, los alguaciles mantenían estirado e inmóvil su busto encima de la lisa madera. La cintura de ella se doblaba, apretada la carne contra los huesos de la pelvis y contra el borde romo de la tabla. Estaban abiertas sus nalgas, atenazados por separado los tobillos un palmo arriba de las húmedas losas de piedra por el tercer alguacil y el encapuchado, situados en cuclillas junto a dos patas de la mesa.
Sobre la cadera izquierda de la acusada se posaba como un garfio una mano enguantada de un juez. Sometiendo pacientemente la contracción del esfínter, dos dedos avanzaban con lentitud por el recto, desde los suaves y mórbidos labios de la boca del ano. No se detuvieron hasta contactar con el relieve de la lujosa sortija. Tantearon con estudiosa demora. Pero sin aparente resultado.

Grubbedoerffer irguió su talla majestuosa, dirigiendo tras las antiparras una mirada seria que simulaba decepción, a sus subordinados.
No hay talismán - anuncio el juez antes de ordenar con voz serena – prosigamos la búsqueda, volvedla, tendedla de espaldas, en aspa sobre la tabla.
Imponiendo su fuerza, la colocaron boca arriba y la inmovilizaron. Una fina película húmeda empapaba la frente combada de la acusada. La respiración sofocada agitaba sus pechos. Ligeros temblores musculares sacudían perceptiblemente sus brazos y piernas.
Ya le habían revisado meticulosamente el cabello, desenrollando sus trenzas estrechas y onduladas. Y la boca desde las encías al cielo de la garganta. Y someramente, las cavidades de las orejas e incluso las ventanillas de la nariz.
Jakob Benedict Grubbedoerffer dejaba siempre para el final la inspección del sexo …”


No hay comentarios: